El Colegio Del Número 13
domingo, 31 de octubre de 2010
4: Hermanos y Cruces
sábado, 9 de octubre de 2010
3:Ojos que no ven...
Os habéis dado cuenta quién será el próximo en hablar ¿No? Vaya torpes que sois. Es la hija del jefe del derrumbamiento del colegio.
Una joven rica cuyo sueño es poder salir de casa sin necesidad de llevarse tres guardaespaldas consigo.
Una joven que lo tiene todo y que a la vez no tiene nada. No puede siquiera escuchar las noticias o leer el periódico sin que antes hayan quitado las noticias que creen que podrían traumatizarla como muertes, accidentes, asesinatos, robos, y catástrofes naturales. También cualquier noticia que muestre un acto vandálico o que muestra un acto de rebelión.
Me llamo Lola, Lola Garci, soy la hija de un gran empresario y una diseñadora de calzado muy conocido entre la alta sociedad. Estudio interna en la semana en un colegio católico y en el que sólo se permiten chicas. Los fines de semana duermo en la mansión de mis padres, aunque ellos no suelen estar allí. No me dejan salir de casa sola, para evitar que me pase nada.
Creen que así podrán evitar que me convierta en una adolescente problemática.
Hoy he pedido poder salir con mi padre para ver como derrumban la escuela que nos debe dinero. Quiero evitar que lo hagan, es una escuela preciosa y veo a los niños muy felices.
Al llegar saludo a mi padre y entro para comprobar que todos los niños están fuera.
El chico que siempre cuida a los niños está acompañado por una joven de aspecto vulgar y despreocupado. Viste unos vaqueros rotos y una camiseta blanca con manchas de pintura y unas converse llenas de motas de pintura.
Ese chico es muy alto y moreno, de mirada profunda y muy educado, ella en cambio no deja de pegarle.
-¿Qué le haces?-Digo horrorizada mientras entro en la habitación.
-¿Y tú quién eres?- Me dice dejando de pegar al chico.
-Lola Garci. Tenéis que estar fuera. Van a derrumbar el edificio.
-Vale Lola- Comienza la joven- Puedes llevar esas cajas, gracias.
-¿Quién crees que soy?-Digo muy enfadada.
-La del camión de mudanza- Dice ella muy segura.
-No, por supuesto que no. Soy la hija del jefe de obra.
Ella pasa de largo con un par de cajas y el chico sale detrás de ella con otro par de cajas. Repiten la operación un par de veces hasta sacar todas las cajas del edificio .
Cuando salgo fuera ellos están cogiendo a los niños que lloran desconsoladamente y respiran profundamente.
El pequeño edificio es roto por una gran bola metálica. Los ladrillos caen hechos pedazos y el polvo inunda toda la calle. Mi vestido verde queda de un color grisáceo y mis pies se quedan llenos de polvo.
-Bueno, ¿No ha sido tan malo? ¿Verdad, chico?- Mi padre se ríe y el chico intenta pegarle pero la joven le agarra llorando.
-No lo hagas. Déjalo-Grita ella.
Él acaba tranquilizándose y abraza a una de las niñas pequeñas que no puede parar.
-Pero si sólo era una escuela infantil, no tenía ni siquiera una sala de informática o biblioteca- Digo a la niña.
-Pero era nuestra. Era divertida- Dice la niña.
¿Divertida? Cómo va a ser divertido un lugar dónde te obligan a estudiar y sin ningún aparato electrónico más allá del termo de café. Estos niños son más estúpidos de lo que parecen.
-Puedes irte, no se te ha perdido nada por aquí- La joven me grita y se sienta en el suelo.
Coge pedacitos de ladrillos y se los va entregando a los niños, uno al chico y otro se lo queda ella.
Veo a un chico al fondo que llora desconsoladamente pero paso de él, me interesa más este de aquí.
-¿Seguro que es lo que decías?- Una madre habla por teléfono y abraza a su hijo al verle llorar.
Nunca había visto a nadie llorar por algo así ¿No es estúpido? Sólo era una escuela infantil y tenía unos diez años, no se va a acabar el mundo.
Cuando llego a casa la escuela aparece en el televisor. María, la chica de la limpieza llora al ver cómo el edificio de derrumba. Recuerdo que una vez habló con mi padre de que su hijo iba a esa guardería mientras ella trabajaba. Y ahora que lo pienso sí que había un niño que se parecía mucho a ella.
Es una mujer muy buena, y me cuida desde que yo era muy pequeña, pero es del servicio así que no puedo sentir pena por ella. Si fuera otra persona quizás, pero hay que pensar que esa señora fue acusada por mi madre de robar un par de tazas de la cubertería buena. Mi madre siempre dice que tendría que seguir como se hacía antiguamente en estados unidos. Todos por separado, dice que si fuésemos uno de sus antepasados el servicio tendría su propio baño en el exterior.
Mi padre dice que no se debe hacer eso y que hay que respetar a todo el mundo siempre y cuando trabajen bien.
Realmente no sé que hacer nunca.
Me pongo el pijama nada más llegar al cuarto y me tumbo en el sofá a pensar. Estaré haciendo bien al no hacer nada, o tendría que ayudar a esos chicos.
Recuerdo aquel día que me salvo.
Era una lluviosa tarde, yo tenía diez y él once años. Yo paseaba por un pequeño valle a las afueras y saltaba de un lado a otro persiguiendo bichos. En una de esas me caí a un lago, pero no sabía nadar. Él no dudo en saltar al agua y sacarme de allí.
Quizás se lo deba ¿No? Debería ayudarle. Pero mamá… No Debo ayudarle.
2:Recuerdos con huellas de gato
Soy yo de nuevo. ¿Qué os a parecido la primera historia? Yo sé que diréis "¿Y qué más nos da lo que le pase a una escuela infantil?" Pero es que aún no ha llegado lo interesante. Ela ya os ha dicho porque quiere salvar a la escuela y ahora le toca a Iker. Sí, Iker también va a ser uno de nuestros protagonistas y quizás descubráis al tercero en este capítulo.
No sé por qué, pero esa escuela es todo para mí. Mi hermana ha trabajado demasiado en ella como para que yo lo destruya todo en un momento. Desde que tenía a uso de razón he vivido en esa escuela, he visto crecer a muchas generaciones, he ayudado a criar a miles de niños, pero veo cómo todo se acaba.
La chica que me está ayudando está haciendo un gran trabajo. Desde que mi Hermana ingresó en el hospital tengo demasiado trabajo con el papeleo, y no puedo encargarme de los niños.
Los padres están histéricos últimamente, todos piensan en nuestro fin, en donde dejarán ahora sus hijos y qué pasará con nosotros dos. No sé qué decirles para no preocuparles.
Hoy será el último día, el final de todo, el final de mi vida, el final de mis esperanzas, y el último día de poder ver las caras de sonrientes niños. Tengo ganas de llorar, a pesar de que no he hecho nunca. Ni siquiera el día que nuestros padres nos abandonaron.
Ahora estoy encerrado en mi despacho mientras Elisa juega con los niños. He convencido a su maestra para que la deja venir ayudarme al igual que sus padres. Ninguno ha opuesto resistencia y ninguno se ha atrevido a mirarme. Veían demasiada lástima en un chico tan joven.
Veo como las máquinas se acercan, los niños se arremolinan junto a Elisa.
Salgo junto a ellos y les echó para atrás. Yo voy a hablar con el responsable del derrumbamiento de la escuela, Elisa me sigue a pocos pasos y mira a los pequeños que se cogen de la mano. Odio que ellos tengan que pasar por esto.
-¿Qué se te ha perdido joven? Te quedan tan sólo dos horas, aprovéchalas.
Me dan ganas de pegarle, pero es un alto cargo. Todo el mundo le conoce, como el hombre malo e irrespetuoso que es.
No sé como su hija le deja hacer semejante atrocidad siendo una chica tan amable.
-¿No podría dejarnos una hora más? Los padres de los niños no pueden venir a recogerlos hasta las tres y media- Elisa intenta convencer a ese hombre de hielo.
-Muchachita, tú no tienes nada que ver con esto. No quieras meterte o acabarás mal.
Agarro del brazo a Elisa y a los niños y les saco de la escuela llevándolos al parque.
-Esperad aquí, yo iré sacando las cosas.
-Espera- Dice Elisa sacando su móvil del bolsillo de sus vaqueros- Llamaré a mi madre para que venga a cuidarles y te ayudaré a sacar las cosas.
Cuando la mujer llega y se queda con los niños Elisa y yo entramos por última vez a la escuela.
Empaqueto mi ropa, mi cama, mis muebles, y toda la habitación de mi hermana mientras Elisa recoge todos los marcos de fotos de los niños que han pasado por la escuela.
Un álbum de fotos aparece entre los montones de ropa.
-¿Puedo mirarlo?- Dice Elisa abriendo cuidadosamente las tapas de papel verde.- ¿Eres tú?
-El primer día que se abrió esta escuela. Yo tenía dos años- Comienzo a recordarlo todo- Mis padres nos habían abandonado un año atrás y mi hermana utilizó todo el dinero que no habían dejado para abrir la escuela que siempre había querido tener. Yo estaba muy emocionado con la idea, todos los días tendría niños con los que pelear, he de aclarar que nunca me ha caído demasiado bien la gente. Mi hermana y yo llevamos trabajando durante catorce años más o menos en este lugar. A pesar de que los niños no sean mi fuerte me gusta ver el día de la graduación, dónde todos los niños se abrazan a ti porque no quieren dejar la escuela.
Me acuerdo de mi primer año como profesor…
Tenía once años, y me tocaba cuidar a una clase de veinte personas, y todas ellas con nombres impronunciables como "Derevobrabotchik", le pusieron ese nombre por un club futbolístico de Bielorrusia o algo así.
Todos los niños me tiraban lápices de colores y pegamentos, ninguno de ellos me dio por fortuna, pero sí que alcanzaron a una de las madres que gritó histérica. Los niños reían y yo corría tras la madre porque del susto se había olvidado recoger a su hijo.
Elisa reía mientras veía todas las fotografías del álbum.
-¿Y quieres seguir?- Me dice de repente- Con la escuela digo.
-Supongo que sí. No lo sé, pero nunca lo había pasado tan mal- Digo mientras miro uno de los dibujos de los niños- Gato.
-Es verdad, ¿por qué te llaman el hombre gato? Bueno no, ¿quién comenzó a llamarte así? Todas las chicas de mi clase te llaman así, pero pensaba que era que era una clasificación. No quieras saberlo.
-Un niño me llamaba así porque cuando me levanto por la mañana el pelo me queda raro por los lados y parecen unas orejas de gato. De hecho ese niño fue mi primera víctima.
-¡Qué malo!- Dice pegándome con un montón de papeles- Pero… yo no quiero pintar un centro comercial. Tendré que buscar otra musa.
-¿Y ti por qué vienes todos los sábados?
-Cuando mi hermano nació hace cuatro años tuve que buscarme un lugar en el que poder estar tranquila y este lugar me gustó. Desde siempre me ha inspirado un montón de cuadros.
-Te gusta mucho pintar ¿Verdad?
-Sí, es algo mío. Solo mío. Nadie sabe lo que pinto, son como pequeños secretos de los que sólo yo sé su significado. Puede parecer raro lo que digo pero realmente cada cuadro que hago me muestra lo que pensaba y lo que sentía.
-¿Y qué sentías cuando pintaste aquí por primera vez?- Pregunto muy interesado.
-Pues… celos. Mi hermano era el centro de mis padres y mis hermanos mayores y parecía que nadie se acordaba de mí. Y además tenía doce años y puede sonar supercursí. Lo sé.
Pero un chico había por ahí y quizás salía con una chica que me caía bastante mal.
-Vaya, vaya así que estaba coladita.
-Bueno más bien lo pinte porque me sentía culpable. En el recreo hice que me resbalaba cuando se estaban acercando y les tiré el yogur de una chica y los cereales de otra por encima.
No puedo evitar reírme al imaginar la escena, pero ella se enfada y me da más fuerte que antes con otro montón de folios.
-Pero realmente ahora paso totalmente de todas esas tonterías y pinto lo que la gente me sugiere, lo que su mirada me dice.- Yo asiento y sigo guardando cosas en las cajas- Y tú has sido uno de los personajes que no he podido pintar.
-¿Y eso? ¿Tan malo parezco?
-Tu mirada es un poema. Nadie sabría nunca lo que quieres decir. Llevo cuatro años viéndote todos los fines de semana y nunca sé lo que piensas o lo que dices.
-Claro, soy el hombre gato. Una romántica cómo tú nunca sabría lo que pienso.
-Imbécil- Dice pegándome de nuevo con el taco de papeles.
1:Con brocha y pincel
-Elisa- Mi madre me llama desde la cocina- Ven a desayunar rápido, que yo me tengo que ir al súper, que entro a las diez.
Mis padres suelen irse muy temprano a trabajar y yo aprovecho los sábados para irme a pintar a una pequeño colegio de infantil que hay en dos manzanas.
-Elisa baja- Repite una y otra vez mi hermano pequeño mientras rebusca entre mis pinturas.
-¿Ela vas a ir a pintar con este tiempo?- Mi hermana mayor comienza a buscar un dibujo que le hizo ayer para su trabajo de naturales- Además ya sabes lo que pasará en dos semanas.
Ese pequeño colegio cerrará en muy poco tiempo, al parecer están endeudados a más no poder.
-Toma anda, llévate el desayuno y la gabardina y no tardes mucho en volver- Mi madre me entrega mi gabardina roja y un sándwich para tomar por el camino.
Recojo el maletín de madera en el que llevo los óleos y un lienzo por estrenar y salgo a el grisáceo día que me avecina.
Llego diez minutos tarde por culpa de la pequeña vecina del cuarto que acababa de perder a su ratita y no dejaba de llorar. El día se ha vuelto más luminoso y parece que la temperatura ha subido unos cuantos grados.
Un joven pasa por delante de mí y se acerca a observar el cuadro. Ese chico siempre va a la guardería y es conocido entre los vecino como "el gato" porque nadie sabe nada de él y es como si fuera un gato callejero.
Oigo un grito que viene de esa escuela y salgo corriendo hacía la entrada dónde una joven esta llorando en el suelo.
-¿Qué ha pasado?-El chico le coge la mano y llama a urgencias- Háblame.
Aparto al chico y mido la temperatura de la joven, además de sus pulsaciones mientras él pide una ambulancia.
-Está bien, no ha sido nada más que un susto- Di un curso para socorrista hace un año, y algo me ha quedado.
La joven se levanta con esfuerzo y sale a sentarse fuera, yo miro el reloj y calculo el tiempo que pasa hasta que la joven se monta muy nerviosa en la ambulancia.
-¿Por qué estás aquí los fines de semana?- Me pregunta mientras entra en una de las aulas y recoge unos papeles.
-Esta escuela me inspira para mis pinturas, me gustaría ser maestra de arte. Supongo que será por eso.
Él asiente y entra en otra aula donde cinco niños juegan con una pelota.
-¿Y tú?
-Mi hermana es la dueña de la escuela infantil, la chica que has vista antes. Seguramente hayas leído lo del periódico, así que la vengo a ayudar.
-Qué bonito- Me siento junto a los niños y miro sus caras felices- ¿A vosotros os gusta venir aquí?
-Sí- Una niña de tres años recoge la pelota y me mira con alegría en sus ojos- Es divertido estar jugando, aunque muchos niños se hayan pasado a los colegios de los mayores.
Yo sonrío y el chico me lleva fuera del aula.
-Bueno… chica. Me has caído muy bien y todo eso, pero deberías irte.
-Puedes llamarme Ela, de Elisa. Quieres que me quede a ayudarte, no tengo nada que hacer.
El joven se lo piensa pero accede al ver el papeleo que se acumula sobre el escritorio. Yo salgo corriendo por mi maletín de dibujo y vuelvo al aula de los niños.
-¿Cómo te llamas?- Me pregunta la niña de antes.
-Ela, ¿Qué os parece?
Ellos se miran y hacen un gesto de aprobación divertidos.
-¿Y qué es eso?- Dice uno de los niños señalando mi maletín- Parece un cofre del tesoro.
-Pues no lo es, es aún mejor. Son mis pinceles y pinturas mágicas- Digo sonriendo- Bueno, en realidad no son mágicas, pero os aseguro que lo parecen.
-¿Puedes pintar eso?- Dice uno de los niños señalando una foto del grupo en una excursión al parque
Comienzo a hacer el boceto y a pintarlo muy rápido. A la hora ya tenía el bonito cuadro casi más realista que la fotografía.
-¡¡¡Guau!!!-Dicen todos al unísono- Eres bruja.
El chico volvió a la clase con cuatro de las cinco madres de los niños.
-Por cierto.- Digo mientras me acerco- Tú sabes mi nombre, pero yo no sé el tuyo .
-Iker. Me llamo Iker.- Mira al suelo unos segundos y comienza a mirar por la ventana- ¿Te importaría llevarle a casa?
Uno de los niños se agarra a su pierna y niega con la cabeza, él tan solo le mira en silencio mientras hace sumas en voz baja. Veo como su rostro se ensombrece y mira al niño cada vez más enfadado. Yo cojo al pequeño y lo sostengo entre mis brazos con cariño y cuidado. No podía creer lo enfadado que parecía el joven del cual no recuerdo su nombre.
Me acerco a la pequeña casita del niño donde su madre le espera en la puerta. Yo sigo mi camino hacia mí casa, mis padres deberían haber llegado ya.
Necesito ir a la cama temprano para poder volver a ver el colegio aunque sea por última vez. No dejan acercarse la semana que viene.
Los recuerdos no dejan en paz a mi cabeza, todas las pinturas de mi vida han estado inspiradas en ese lugar. Desde que tenía cinco años suelo y allí, me gusta la tranquilidad del lugar, ese aire familiar y pacífico es mi mejor musa.
Pensando con eso me queda dormida muy temprano, mis párpados no soportan su peso y mi cerebro no consigue pensar con claridad.
La mañana del domingo es más agradable que la anterior, recojo rápido mis pinturas y a mis hermanos y corro a la escuela. Mis hermanos lloran por haberse levantado tan pronto y eso que mi hermana y mi hermano son mayores que yo, sólo se salva mi hermano pequeño Jaime.
Iker esta tumbado en el tobogán que hay frente a la escuela y parece alegrarse al verme llegar junto a él.
-¿Qué pasa? -Pregunto asustada.
-nada, pero necesito tu ayuda, mi hermana sigue en el hospital, y no sé qué hacer con los niños. Todos piden que les vuelvas a dibujar, no sé qué dicen sobre unas pinturas mágicas o algo así. No tengo ni idea de lo que hablan, cada vez son más raros estos niños, con lo tranquilo que era yo de pequeño no estoy acostumbrado a estos monstruos.
-Es cosa nuestra lo que hablan, tú no lo entenderías. Tienes que pensar como un niño no como un empresario ¿Qué tendrás quince o dieciséis años? Eso es ser aún un pequeño monstruo como tú dirías.
-No es lo mismo, tú lo ves desde otro punto de vista, seguramente no sabes lo difícil que es esto, tú solo ves lo bonito y eso no te servirá y nada en esta vida.
Parece más serio que de costumbre, su rostro está ensombrecido y no se atreve a mirarme a los ojos.
Tan sólo mira a una pequeña nube que se alza sobre nuestras cabezas y el viento la mueve muy lentamente. Sus ojos están hundidos y parece no poder articular palabra.
-¿Y qué? ¿Vas a acompañarle?-Mi hermana recoge a mi hermano pequeño, se aleja dejándome allí sola.
-Vamos.
El se levanta y me sigue con las manos en los bolsillos y la cabeza gacha. Sigue sin mirarme a los ojos y no entiendo por qué.
El se vuelve a encerrar en el pequeño despacho y me hace un gesto para que me vaya con los niños, que juegan con las lápices de colores a ser magos y brujos.
-Hoy no vas a pintar- Me dice uno de los pequeños- Te pintaremos nosotros.
-¿A sí?- El asiente y me hace un gesto para que me dirija a una pequeña silla en el centro de la habitación- Bueno, pero hacerme más alta ¿Vale?
Me paso dos horas sentada. Hubo momentos en los que no me acordaba ni de que tenía piernas y otros en los que ya no sabía cuanto tiempo más aguantaría sin ir al baño.
Todos los niños dan la vuelta a sus dibujos y no sé cual es más lindo. Miles de manchas de colores formaban un dibujo diferente en cada hoja de papel, nunca me habían gustado tanto los dibujos de unos niños tan pequeños.